Todo lo que vais a ver en esta entrada ha sido observado y fotografiado desde un mismo punto, desde mi coche parado en Escalante, sin tener que desplazarme lo más mínimo y aun así, en tan delimitado escenario, no cesar ni un minuto de sorprenderme con lo que me sobrevolaba.
Reconozco que el título de esta entrada es de esos escandalosos que, a veces, te invaden el teléfono o el ordenador y de los que huyo como del demonio... pero me hacía gracia utilizar algo parecido por una vez en aqueste vuestro blog. Prometo que también será la última vez jejeje.
Tiempo tranquilo en la marisma, se echa mucho de menos a los visitantes de otras provincias que por estás fechas suelen asomarse a la marisma y que este año, debido a la condenada pandemia, no han podido desplazarse hasta Cantabria. Los gansos parecen buscarlos desde lo alto... pero solo me ven a mí.
El viernes tocó censo de acuáticas y, junto a Ángel Santamaría, repasamos la zona de Raos.
Garceta grande (Casmerodius albus)
Me dio la impresión de estar bastante bien de aves y alguna se dejó ver muy cerca.
Negrón común (melanitta nigra)
Otras, mucho más lejanas, como 3 colimbos grandes, un colimbo chico y 7 negrones comunes.
Zampullín cuellinegro (Podiceps nigricollis)
Un par de grandes grupos de zampullines cuellinegros, el mayor de ellos de más de 20 ejemplares.
Golondrina común (Hirundo rustica)
La charca de Parayas estaba repleta de cercetas, azulones, frisos, archibebes y agachadizas (y un combatiente). Volaban, muy activos, varios aviones roqueros... y lo más sorprendente, un par de golondrinas comunes que parece que han decidido no bajar más al sur en esta invernada. Cambios en los comportamientos migratorios de algunas aves que vamos descubriendo poco a poco.
Águila pescadora (Pandion haliaetus)
En la zona de Alday (Valle Real) anátidas en la charca y un águila pescadora sobrevolando su territorio de caza-pesca.
Alday (Macro)
Finalizamos en lo que, antaño, fue un humedal maravilloso donde aparecían la mayoría de las rarezas en Cantabria y que, en la actualidad, es un erial desierto de vida acuática. Ni un ave, exceptuando los numerosos pajarillos que revoloteaban por la arboleda que rodea el humedal, en un espacio que aparentemente parece idóneo para la invernada de muchas aves. Alguna explicación tendrá este sinsentido... pero yo la desconozco por completo.
Un pequeño paseo por los alrededores de nuestros domicilios puede proporcionarte suficiente satisfacción como para seguir alimentando, si esto es posible, tu loca afición a las aves. Un escribano palustre es siempre bienvenido a las observaciones rutinarias entre Laredo y Colindres.
Correlimos tridáctilo (Calidris alba)
En las arquetas de Colindres, limícolas variados.
Correlimos común (Calidris alpina)
Grandes bandos de correlimos buscando un lugar donde descansar.
Correlimos común (Calidris alpina)
Ya han localizado el lugar adecuado.
Correlimos común (Calidris alpina)
Un espectáculo digno de admirar...
Tarro blanco (Tadorna tadorna)
Una pareja ya habitual en Colindres.
Chorlito gris (Pluvialis squatarola)
Los chorlitos prefirieron quedarse en el Regatón de Laredo.
Vuelvepiedras común (Arenaria interpres)
Otros limícolas menos abundantes pero igual de atractivos.
Archibebe claro (Tringa nebularia)
Los archibebes son comunes en nuestros humedales.
Archibebe común (Tringa totanus)
Y son tres las especies que descubrimos habitualmente en Cantabria.
Archibebe oscuro (Tringa erythropus)
El más exclusivo es el oscuro, especie de la que podemos disfrutar de 4 ejemplares en la zona denominada La Saca, en Cicero.
Pero desde ayer podemos sumar una nueva especie a nuestras listas, con el archibebepatigualdo chico que descubrieron Alberto Benito y Antonio Sanz durante el habitual censo de acuáticas invernantes en la ría del Capitán.
Esta fría mañana de sábado he podido disfrutar con unos amigos de esta especie tan singular en el puerto de Santoña, frente a la plaza de toros. Justo en el momento en que nos estábamos despidiendo ha venido a vernos, muy confiado, a nuestros pies.
El pasado domingo, mientras disfrutábamos César y yo de las aves en la marisma, nos vimos sorprendidos por dos intrusos que no esperábamos. Primero la señora zorra y, unos 6 minutos después, maese zorro.