La mañana del 30-5 se presentaba luminosa y tranquila en las marismas de Alday (Cantabria), precioso día para disfrutar de la efervescente naturaleza primaveral. La mayoría de las aves se encontraban alimentándose o entretenidas poniendo a punto su plumaje, mientras 5 Cigüeñuelas (Himantopus himantopus) correteaban a poca distancia del observatorio.
Todo discurría con normalidad, hasta que un belicoso macho, decidió que allí sobraban todos menos su hembra, y expulsó al resto de Cigüeñuelas de muy malos modos. Ante tal exhibición, la hembra sólo pudo expresar su admiración, adoptando una sumisa postura, que más que nada, incitaba a la lujuria.
El macho no necesitaba mucho más, y con las hormonas alteradas que se le salían por los ojos, se acercó a su "amor" y comenzó un sencillo cortejo, subiendo y bajando la cabeza, hundiendo su fino estilete en los limos sumergidos por la lámina de agua.
El macho no necesitaba mucho más, y con las hormonas alteradas que se le salían por los ojos, se acercó a su "amor" y comenzó un sencillo cortejo, subiendo y bajando la cabeza, hundiendo su fino estilete en los limos sumergidos por la lámina de agua.
Cuando los "juegos preliminares" fueron suficientes, llegó la hora de la verdad...
El macho montó a la hembra con toda delicadeza.
Los zancos, que tan útiles les resultan para alimentarse en las aguas someras donde habitan, son en estos lances amorosos un considerable engorro.
Cigüeñuela (Himantopus himantopus)
Con los pies bien asentados, el macho se va descolgando poco a poco...
...hasta que juntan sus cloacas durante unos pocos segundos y calman su fogosidad.
Su "amor" se derrumba como un castillo de naipes.
"¡¡Te ha gustado cariño!!"
Sin perder la compostura ni la innata elegancia de esta especie, la pareja continúa la jornada como si nada hubiera pasado. Estos breves encuentros, posiblemente nos traigan, como un milagro, unos preciosos e indefensos pequeñuelos, que alegrarán la charca y darán a la vida de sus padres motivos de desvelos y unas fuerzas sobrenaturales para protejerlos.
¿Acaso no es éste, con permiso de Monty Python, el sentido de la vida?