sábado, 25 de julio de 2020

LA PIEZA VITAL


Charrán común (Sterna hirundo)
Llevo una temporada con pocas posibilidades de pajareo y como podéis entender, lo echo mucho de menos; Estoy que me como las uñas. En agosto, con el comienzo serio de la migración postnupcial, volveré a ser lo que fui... ¿Qué fui? Jajaja. 
Bueno, espero poderos sorprender en no demasiado tiempo con algún nuevo proyecto ilusionante que me saque de la monotonía.
De momento os dejo un escrito que tenía por ahí perdido, más que nada para que no quede olvidado definitivamente en su correspondiente carpeta del ordenador (tampoco habría pasado nada). 


“LA PIEZA VITAL”
Forzó el rictus frente al espejo dibujando un discreto esbozo de sonrisa y repitiéndose la misma frase, como cada noche antes de acostarse, con la mirada resignada de la monotonía: “Un día más, un día menos… Hasta mañana, querida.”  
Probablemente nada podía ir mejor en la vida de Susana. En lo personal y en lo laboral era la envidia de todo su vecindario. Un hijo adolescente que la regalaba sobresalientes cada evaluación y pocos quebraderos de cabeza para una edad tan efervescente como la que transitaba,  y un amantísimo marido que la agasajaba con flores en cada aniversario. En la oficina, sus jefes y compañeros acababan de premiarla con una distinción honorífica por su exclusivo e impecable desempeño en el departamento de recursos humanos, reconduciendo el futuro profesional de muchos trabajadores hacia caminos más ilusionantes. Ni una sola queja mancillaba su inmaculado historial de más de dos décadas.
Además, Susana era una ciudadana ejemplar. Las tardes las dedicaba a pasear amorosamente a su madre, postrada desde hacía más de 2 años en una silla de ruedas, o a llevar a su vástago a las numerosas actividades extraescolares que ocupaban su apretadísima agenda. Las variopintas asociaciones culturales de su barrio sabían que podían contar siempre con ella para echar una mano. Las noches las dedicaba a la lectura o a ver el último capítulo de su serie preferida. Todo perfecto. Insultantemente ideal. 
Y sin embargo, Susana sentía que algo no funcionaba correctamente en su vida. No conseguía averiguar de qué se trataba, pero una especie de vacío la invadía regularmente en los escasos momentos en que se encontraba a solas, cuando su insondable, racional y compleja mente la hacía sentirse tremendamente infeliz.
Marta era una joven psicóloga que Susana se encargó de incorporar para su propio departamento tras una entrevista personal que resultó ser un fascinante descubrimiento. Enseguida intuyó en ella el entusiasmo y la exultante vitalidad que tanto anhelaba. El tiempo la dio la razón. Aquel era un fichaje de campanillas que dio nuevos bríos a toda la empresa.
Susana aprovechaba la menor oportunidad para compartir tiempo y conversación con aquella fuerza vital, para ver si con suerte, algo de aquel optimismo era “contagioso”. En una de aquellas distendidas charlas, a la hora del café, Marta dio su particular diagnostico sobre la incomprensible tristeza de Susana: “Te falta Naturaleza. Déficit de Naturaleza  si prefieres llamarlo así”
En apenas un mes, la joven descubrió a Susana un mundo totalmente desconocido para ella. Una asociación comarcal dedicaba buena parte de sus esfuerzos a la llamada “custodia del territorio”, priorizando entre sus inquietudes la divulgación, conocimiento y aprovechamiento de su extraordinario Patrimonio Natural. La observación de aves fue la actividad que más llamó su atención y con la que descubrió un mundo nuevo, más real. 
Aprendió a sentirse parte de un todo, del milagro de la vida, y a valorar en su justa medida el simple hecho de respirar, de estar viva. Como hacían los pequeños pajarillos que ahora la fascinaban.
Susana encontró, por fin, la pieza que le faltaba a su puzle personal y la felicidad se abrió paso incontenible.

Ernesto Villodas

Ya sabía yo que tenía un déficit jejeje.
¡¡Buen pajareo para todo el mundo!!

2 comentarios:

  1. Amei o seu escrito! Outra maneira diferente de usar o tempo confinado... bravo!
    Um beijo de cá

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