¡¡OSTRAS, UN GAVIÓN!!

 En la playa del Regatón de Laredo un pequeño bando de Ostreros era escoltado por el siempre impresionante Gavión atlántico.

 Descansaban junto a un nutrido bando de charranes patinegros en la isleta que se forma en la desembocadura del arroyo del Regatón, y que las pleamares terminan por cubrir por completo, obligando a las aves a buscar otro lugar donde proseguir con su merecido reposo. 

Guardan fuerzas para, cuando las aguas se retiren en la bajamar, continuar con su rutinaria y necesaria alimentación entre los limos y rocas.

 Gavión atlántico (Larus marinus)

 Ostrero euroasiático (Haematopus ostralegus)

En esta foto podéis comparar un Ostrero adulto, el primero de la fila, con sus rosadas patas y su colorido ojo rojo rodeado del anillo orbital anaranjado con, justo detrás de él, un joven mucho más discreto y que apreciaréis mejor si pincháis la foto para verla ampliada.

 Charrán patinegro (Sterna sandvicensis)

 Llegado el momento se retiran, normalmente a Colindres, donde encuentran lugares elevados donde mantenerse secos y protegidos.

 Gavión atlántico (Larus marinus)

 Zampullín cuellinegro (Podiceps nigricollis)

 Practicando submarinismo en Santoña.

 Sympetrum striolatum?

Unas fotos del 19-11 en Escalante, donde esta pareja de libelulas volaba sobre una pequeña charca estacional y donde la hembra introducía la punta de su abdomen para depositar los huevos.

La reproducción de estos insectos es muy curiosa ya que el órgano copulador del macho se encuentran en el principio del abdomen, en el segundo segmento, mientras que la hembra lo tiene en el extremo del abdomen, bajo el octavo o noveno segmento, por lo que durante todo el proceso adoptan posturas realmente complicadas en lo que se denomina "rueda de apareamiento".

En la foto vemos como el macho sujeta a la hembra por el cuello con unas "pinzas" perfectamente adaptadas para ello que poseen en el extremo de su abdomen, y permanecen en tándem desde antes de la cópula hasta que la hembra deposita los huevos en el agua.

 De este modo, el macho se asegura de que otros competidores no accedan a la hembra y, sus genes, sean definitivamente transmitidos a futuras generaciones de libélulas.